domingo, 24 de abril de 2016

El calvario de Ched Evans


Ched Evans es otro juguete roto del fútbol. Víctima de un futuro en apariencia próspero que cayó a lo más bajo. Herido de muerte y condenado a lavar sus pecados, este joven, que debutó en la Premier League a los 19 años, llevó durante un corto período de tiempo el cartel de promesa hasta que sus errores le llevaron a una lenta y agónica desaparición.
 
El delantero galés comenzó su andadura en el Rhyl para pasar al Chester y de ahí al Manchester City. Fue con la Academia de los sky blue con quienes alcanzó en 2006 la final de la FA Youth Cup. Los citizens cayeron contra el Liverpool pero a Evans le sirvió para subir al primer equipo.
Tras jugar 16 partidos con el Manchester City se marchó cedido al Norwich, con la intención de foguearse y regresar de manera triunfal. Pero durante su período de maduración, el City había invertido en gente como Tévez, Bellamy, Adebayor o Roque Santa Cruz, por lo que Evans vio demasiada competencia por delante y optó por marcharse al Sheffield United con la idea de seguir creciendo. Lo que quizá no sabía es que sería el último club profesional donde jugaría.

Todo comenzó en mayo de 2011. Ched Evans y Clayton McDonald, un joven defensa que también había pasado por la Academia del City, fueron acusados de la violación en un hotel de una joven de 19 años que, según el informe judicial, se encontraba demasiado borracha como para considerar que las relaciones sexuales que se mantuvieron fuesen consentidas. McDonald fue declarado inocente y absuelto. A Ched Evans le cayeron cinco años de prisión.

Evans salió de la cárcel en octubre de 2014, habiendo cumplido la mitad de su condena. Se dedicó entonces a intentar lavar su imagen y a buscar equipo. Dos empresas que no tuvieron éxito.
Considerando que había pagado el precio por sus errores -Evans sigue manteniendo su inocencia- su reinserción no ha sido precisamente lo que se dice un camino de rosas. Los primeros contactos para el retorno de Evans a un terreno de juego llegaron del Sheffield United, el último club por el que había pasado. Kevin McCabe y Nigel Cloughel hijo del mítico Brian– se reunieron con el muchacho en prisión para negociar la posibilidad de su regreso una vez que hubiese cumplido condena. Ched Evans llegó a entrenar con sus compañeros. Y estalló todo. Para parte de la hinchada del Sheffield United, Evans se convirtió en un mártir. Parte de esa afición comenzó a corear en las gradas cánticos y eslóganes favorables a la violación. Charlie Webster, la presentadora de la televisión del club, echó más sal en la herida. La polémica estaba servida: ¿podía un procesado por violación tener derecho a la reinserción en una profesión que debe regirse por modelos de conducta? Charlie Webster, víctima de una agresión sexual en su adolescencia, dimitió, al mismo tiempo que otra parte de la hinchada y los patrocinadores se opusieron a una más que probable vuelta definitiva de Evans al equipo. Entraron al trapo hasta diputados locales. La atleta británica Jessica Ennis Hill, socia honoraria del Sheffield, amenazó con retirar su nombre de la grada que tiene en Bramall Lane.  Su fichaje nunca se llevó a cabo.


El Hartlepool se inclinó también por el fichaje de Ched, pero ocurrió exactamente lo mismo. Hubo una oportunidad de que el galés diera con sus huesos en el Hibernians, dispuesto a ficharlo hasta final de temporada, pero el Ministro de Justicia británico bloqueó ciertas operaciones para evitar que Evans jugase en el extranjero.

El último tren para Ched llevaba el nombre de Oldham Athletic. El club se interesó por el jugador y llegó a afirmar que el fichaje estaba hecho en un 80 por ciento. Pero llegaron las peticiones para impedirlo. Más de 20.000 aficcionados recabaron firmas para evitar la llegada de Evans al equipo, una minucia si las comparamos con las 157.000 firmas que se juntaron para impedir su fichaje por el Sheffield. Al mismo tiempo, Craig Verlin, director de Verlin Rainwater Solutions -uno de los patrocinadores del Oldham- montó en cólera y amenazó con retirar su dinero. Lo de Craig quedó en una amenaza. No ocurrió lo mismo con ZenOffice, otro de los sponsor del club. El fichaje, claro está, no llegó a materializarse.


“Si lo fichan, violaremos a su hija”, fue la amenaza que recibió el directivo del Oldham Athletic.
La controversia que había levantado su situación no impidió a Evans seguir manteniendo su inocencia. Su caso se remitió a la Corte de Apelación por la Comisión de Revisión, una entidad que revisa posibles errores judiciales, al haber aparecido nuevas pruebas. Fueron tres miembros de esta instancia los que anularon su condena.  Para entonces todo el mundo tenía ya su opinión. Entre ellos, Harry Redknapp, que fue uno de los que defendió a Evans cuando estaba al mando del Queens Park Rangers: “Todo el mundo merece una segunda oportunidad“, dijo. “La gente a veces comete errores terribles, pero debemos permitir que las personas puedan recomponerse y reiniciar su vida“.

El relato de los hechos acontecidos aquella noche de mayo de 2011, fue llevado a las primeras páginas del Sunday Times por el periodista David Walsh, conocido por desvelar, junto a Pierre Ballester, el escándalo de dopaje de Lance Armstrong.
Walsh, basado en declaraciones judiciales y testimonios, cuenta que Ched Evans y McDonald coincidieron en un kebab con un grupo de chicas, entre las que se encontraba la víctima de la agresión. A los dos futbolistas les acompañaban Ryan, hermano menor de Evans, Jav y Jack, dos amigos comunes. Habían salido aquella noche en busca de diversión y alcohol por las calles de Rhyl, una ciudad balneario famosa por ser el lugar donde fue ahorcada la última mujer en el Reino Unido.
En un momento dado, Jav discutió con las amigas de la víctima y golpeó en la cabeza a una de ellas. Inmediatamente, la policía se personó en el lugar y se lo llevó detenido. Evans, McDonald, Ryan y Jack acudieron en taxi junto al grupo de chicas a la comisaría. McDonald, visiblemente borracho, compartió taxi con la víctima y en mitad del trayecto decidieron parar en un hotel para descansar. McDonald envió un mensaje de texto a Evans para contarle su plan y Ched acudió. Ambos mantuvieron relaciones sexuales con la joven. A la mañana siguiente, los denunció.

Ya en libertad, y con todas las puertas cerradas, Ched Evans volverá a enfrentarse a un juicio por violación. McDonald no fue encontrado culpable, sin embargo él si fue condenado. Su compañero declaró a un medio británico que aquella noche había “destrozado su vida y su carrera“, sin embargo ha seguido jugando. Evans terminó en la cárcel, pidió perdón a la joven por los daños que podría haber causado y sigue empeñado en demostrar su inocencia alegando que todo lo que ocurrió en el hotel fue bajo el consentimiento de la muchacha. Sigue considerándose una víctima del sector más radical de la sociedad. Y sigue pagando por sus pecados. Su calvario, lejos de terminar, ha vuelto a comenzar desde el mismo punto en el que se quedó cuando salió de prisión e intentó buscar una segunda oportunidad.

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