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jueves, 24 de enero de 2019

La enfermedad británica (III): No one like us, we don't care


Al mismo tiempo que los Chelsea Headhunters coleccionaban amigos y simpatizantes en el seno de la extrema derecha, otras temidas firms iban formándose en Inglaterra, algunas siguiendo los pasos del sector hooligan de los Blues.
Los 70 iban a ser la década de la explosión definitiva del hooliganismo y del asentamiento de la propaganda neonazi en las gradas. Pero también la década de la explosión punk y de las organizaciones antifascistas, que además de en la escena musical, iban a propagar sus actividades en los campos de fútbol. 

ANARCHY IN THE UK
Desde que los chicos del norte se sintiesen atraídos por la subcultura skinhead, poco o nada quedaba de aquel movimiento multiracial que había vivido su primera ola a finales de los 60.
Si la propaganda del National Front lograba meterse en los campos de fútbol, también lo conseguía en cualquier local en el que se pinchase buena música los sábados por la noche, estrechándose las relaciones entre los skinheads y la rama juvenil de la organización fascista británica. Pero ocurrió que, a mediados de los 70, los skins iban a ir poco a poco difuminándose. Al menos hasta que el punk los resucitase.

Johnny Rotten, Steve Jones, Paul Cook y Glen Matlock, que luego sería sustituído por Sid Vicious, forman en 1975 la banda Sex Pistols. Malcolm McLaren haría el resto. 
Efectivamente, el grupo originario de Londres se convertiría en el centro de un movimiento que recibió el nombre de punk y que vería su punto álgido en 1977, año en el que los Pistols lanzan su famoso single God Save the Queen.


De alguna manera, aunque estéticamente parecían estar en las antípodas (musicalmente habría que desarrollar aquí una tesis), los skins que parecían haber desaparecido de la faz de la tierra comenzaron a acudir a los conciertos punk. En ese punto de unión tendría gran importancia la banda de Hersham Sham 69, que habían formado Jimmy Pursey, Dave Parsons, Dave Tregunna y Robin Guy, que aunque declarada dentro de la primera ola punk, los skinheads la vieron dentro del Oi!, un género musical al que acabarían ligados y cuyo nombre venía del grito de introducción a las canciones del vocalista Stinky Turner, frontman de los Cockney Rejects, otra de las bandas fetiche de la unión entre las dos subculturas junto a Cock Sparrer o Skrewdriver.   
Sería principalmente en los conciertos de Sham 69 donde la ultraderecha intentaría captar nuevos militantes y donde se organizarían auténticas batallas campales, principalmente por los discursos antiracistas y provocadores de su líder Jimmy Pursey. 

La banda Cockney Rejects, uno de los ejemplos de la unión de la escena musical y el fútbol. Los londinenses siempre se declararon hinchas del West Ham, equipo del que versionaron su himno "Im Forever Blowing Bubbles"
 
Así llegó un momento en el que los neonazis parecían estar en todas partes. En la escena musical, prevaleció la narrativa del racismo que propagaban los skinheads y todos los que llegaron detrás. De este modo, no fue extraño ver como una banda como Skrewdriver, nacida al calor del punk-rock, se transformó en una banda que escribía canciones para supremacistas blancos. En los estadios de fútbol se vivió algo similar, hasta que grupos de aficionados comenzaron a reaccionar para evitar males mayores y un poder total de la ultraderecha.

LAS MOVILIZACIONES CONTRA EL NATIONAL FRONT
El auge del National Front era una realidad en la que sus éxitos electorales llevaron en más de una ocasión a desbancar a los liberales como tercera fuerza política del país. Los ultraderechistas se habían filtrado por todos los recovecos de la sociedad inglesa. En ese contexto nace la Anti Nazi League (ANL), una organización que se nutrió de diferentes colectivos tales como el Socialist Workers Party, comunistas, laboristas y otros movimientos de carácter social y comunitario.  
En un abrir y cerrar de ojos, la ANL se extendió por todo el país, ramificándose en numerosos colectivos que se asentaron por todo el país en donde se agrupaban mujeres, gays o diferentes grupos de funcionarios. Todos en contra del nazismo. 

Con respecto al fútbol, uno de los primeros movimientos ligados a la ANL surgió en el seno del Tottenham, un club relacionado con la comunidad judía de Londres, que había visto como su estadio se convertía en un nido de cánticos racistas y proclamas nazis. 
Por iniciativa de John Deason, que además de seguidor de los Spurs era miembro del Socialist Workers Party, se conforma el Football Fans Against The Nazis (FFAN), cuyos primeros movimientos estuvieron dirigidos al reparto de panfletos a la entrada de White Hart Lane. 



La idea del FFAN no tardó en expandirse a otros clubes. Al del Tottenham se unieron casi con inmediatez al menos otros 15 equipos, entre los que se encontraban West Bromwich, Everton, Arsenal, Coventry, Manchester United, Manchester City, Norwich o Sheffield Wednesday. A finales de los 70 cogió mucha fuerza el Leeds Supporters Against the Nazis, organizado por hinchas del Leeds United y que derivaría en la publicación del famoso magazine Marching Altogether
Del mismo modo, algunos de los profesionales más notables del fútbol como Terry Venables o Brian Clough no dudaron en unirse a la causa de la ANL, firmando su manifiesto fundacional. 

UNA HISTORIA DE VIOLENCIA: MILLWALL BUSHWACKERS
Más allá de la ideología, Inglaterra iba observando con preocupación como se organizaban algunas firms de hooligans cuyo mero objetivo era la violencia por la violencia. No había proclamas, ni tampoco uniones con partidos de la ultraderecha, aunque huelga decir que, en este caso en particular, se intentó ligar a la banda con las diferentes organizaciones neonazis que pululaban por la patria de Isabel II debido a que sus miembros predominantes han sido históricamente blancos británicos.

Con una tradición violenta que se remonta prácticamente a sus orígenes y a sus batallas campales contra los hinchas de su rival más acérrimo, el West Ham, la firm del Millwall entra la edad moderna con la famosa granada de mano lanzada al campo en un partido contra el Brentford el 6 de noviembre de 1965. Casi nada con la tarjeta de presentación.
Posteriormente, el 26 de marzo de 1966 en Loftus Road, en un partido contra el Queens Park Rangers y con los dos equipos peleando por el liderato en la tabla clasificatoria, una moneda lanzada sobre la grada impactó en la cabeza del jugador del Millwall Len Julians, provocándole un vistoso corte. El suceso provocó que se llamara a la calma con la amenaza de que se suspendería el partido si la cosa iba a peor. Los hinchas del Millwall no necesitaron más excusas -sobre todo con su equipo perdiendo- e invadieron el campo para intentar que se suspendiese el encuentro, algo que no sucedió. 
Un año más tarde, justo después de los altercados contra el autobús del Plymouth Argyle, el equipo que rompió su récord de 59 partidos sin conocer la derrota en The Den, los hinchas del Millwall atacaron a un árbitro. El suceso llevó a que la FA ordenase al club que levantara unas vallas en las gradas donde se reunían los aficionados más peligrosos.



A partir de ahí, el historial de los hinchas violentos del Millwall es tan variado como extenso. Como firm, los denominados y tristemente populares Bushwackers tienen su punto de partida en 1972, aunque entonces existían otros tres grupos que se llamaban F-Troop, The Treatment y The Half-Way Line. Todos ellos han contribuído a la mala reputación del Millwall en las Islas. 

Una reputación que ellos mismos se han ganado a pulso, en un club donde un alto porcentaje de aficionados convive con la violencia desde edades muy tempranas. Fue el caso de Ginger Bob, uno de los líderes de los F-Troop, que recuerda que su primer contacto con una pelea en el estadio del Millwall fue junto a su padre en febrero de 1967 cuando apenas tenía 9 años. Como si la violencia y el alcohol fuese una tradición inculcada de padres a hijos con los Lions como epicentro de sus vidas. 

Desde su violenta irrupción allá por 1965, la firm del Millwall fue coleccionando bochornosos momentos que siguen siendo motivo de orgullo para sus hooligans. No es de extrañar que la organización, todavía en activo aunque sin la fuerza de antaño, siga enarbolando el lema que les ha hecho famosos: No one like us, we don't care (no le gustamos a nadie y no nos importa). 

En medio de una fiebre ultraderechista y de bandas de aficionados que imponían su locura y su ley en los estadios, el Millwall mostró a Inglaterra la cara más oscura del hooliganismo, si tenemos en cuenta que pudo tener alguna cara de luz alguna vez durante su existencia. Tanto en The Den, su casa, como en los partidos de visitante, no hubo jornada en la que los Bushwackers no dejaran clara su actitud: la violencia por la violencia. 
No es de extrañar que fuesen a cerrar la década de los 70 con una batalla campal contra aficionados del Ipswich Town. Fue el 11 de marzo de 1978, cuando ambos equipos se midieron en casa del Millwall en los cuartos de final de la FA Cup. 
Con los Lions perdiendo 6-1 comenzó la batalla campal que dejó para la posteridad unas lamentables imágenes y que acabó trasladándose a los aledaños del estadio.
La "broma" le costó al equipo dos años de sanción sin participar en la copa.

miércoles, 17 de octubre de 2018

La enfermedad británica (II): El National Front, la subcultura skinhead y los Chelsea Headhunters


Las bandas pioneras de hooligans se habían dejado notar en los años previos al Mundial de fútbol celebrado en Inglaterra en 1966. En apenas cinco años, el fenómeno de las firms se había incrementado notablemente, dejando preocupantes episodios como el de la bomba de mano de fabricación casera que estallaba en un partido entre Brentford y Millwall en noviembre de 1965 y que daba pie a que la prensa comenzase a llenar sus páginas con diferentes tipos de altercados.


La necesidad de aceptación en un estrato social y las ganas de notoriedad se unieron al crecimiento de la extrema derecha, representada en el National Front, que encontró en la subcultura skinhead y en las gradas el nicho perfecto para dar rienda suelta a su propaganda.

EL NATIONAL FRONT Y LA SUBCULTURA SKINHEAD
En 1966, A. K. Chesterton, líder de la League of Empire Loyalist (LEL), se decidió a unir a varios de los grupos de extrema derecha que operaban en la política británica en una coalición. Entre ellos se encontraban el British National Party (BNP), el Greater Britain Movement (GBM) o la Ratial Preservation Society (RPS). La unión de estas facciones dio lugar al National Front (NF), cuya primera plataforma política se asentaba en los ideales del anticomunismo y la prohibición de la emigración en Gran Bretaña. En sus primeros años de vida llegaron a contar con 2.500 miembros, que se fueron incrementando conforme se asentaron las diversas proclamas del ideario neonazi que abanderaba John Tyndell, del GBM, pero sobre todo cuando la inmigración se convirtió en una de las mayores preocupaciones para los ingleses allá por 1968 y el Partido Conservador, que aglutinaba a la derecha moderada, llamó a la detención de la inmigración en las islas. 

En este caldo de cultivo, el fútbol ya había dado diversas señales de su peligrosa deriva a la violencia en las gradas (y también fuera de ella). Progresivamente se fue instalando un ambiente malsano que iba más allá del amor por un equipo y el odio al contrario (y a su respectiva firm), adivinándose un horizonte de racismo que acabaría por carcomer a una buena parte de las bandas de hooligans de finales de los 60 y la década de los 70. 

En los barrios y sus calles, comenzaban a verse los posteriormente llamados skinheads (primero fueron denominados peanuts), una nueva subcultura surgida en Londres que llevaba el orgullo de la clase obrera a su máxima expresión. Los jóvenes skins, en su primera hornada, aparecían en zonas de clase baja, hastiados de la austeridad y el conservadurismo que se había instalado en los 50 y principios de los 60 y, sobre todo, cansados del "paz y amor" que proclamaba el movimiento hippie, al que consideraban un simple entretenimiento de la burguesía y los nuevos niños ricos que crecían en la clase media. 


En este aspecto, es muy importante destacar algo. La primera ola skin (la segunda tiene lugar a mediados de la década de los 70) tiene un marcado carácter multicultural, alejado de lo que vendría después y que, a la larga, ha terminado por condenar a toda la subcultura skinhead, al equipararla casi única y exclusivamente con el movimiento neonazi. He ahí uno de los puntos más complicados al intentar hablar del origen y desarrollo de esta subcultura.

A finales de los 60, Inglaterra observa como se convierte en el punto de llegada de diversos grupos de inmigrantes, entre ellos jamaicanos. Londres se convertirá en el epicentro de una rica mezcla cultural en la que los jóvenes blancos de clase obrera comienzan a convivir con los inmigrantes afrocaribeños. Ambos grupos, al margen de una decadente escena mod, encuentran un nexo común en la música y un lugar de encuentro en los dance halls, donde se escuchan exclusivamente ritmos caribeños que pasarán a ser una de las señas de identidad del movimiento skinhead como el rocksteady, el ska y, por supuesto, el reggae. No mucho más tarde surgirá la diferenciación estética, representada, sobre todo, en el corte de pelo pero también en las chaquetas Harrington o en las botas Doc Marten. 

Entonces, ¿cómo llega a convertirse este movimiento de origen multiracial en sinónimo de racista o de neonazi?

EXPANSIÓN Y PROPAGANDA
Al igual que ocurriese con mods y rockers, los skins no tardaron en preocupar a las figuras autoritarias de la sociedad inglesa, sobre todo cuando estos comenzaron a mostrar sus primeros signos de violencia.
En su expansión, el movimiento skinhead atrajo a chavales del norte famosos por su gusto por los deportes, especialmente el fútbol, y por organizar verdaderas batallas campales. Era la mezcla perfecta y pronto iba a ser difícil ver un partido que no terminase con una pelea multitudinaria.  Todavía con gente de color perfectamente integrada en las firms, avanzada la década de los 70 comienza a notarse una inclinación hacia las peleas con tintes raciales.

El punto de inflexión en la nueva hornada skin iba a ser el libro Skinhead, de Richard Allen, que no tardaría en convertirse en una especie de Biblia para todo aquel que se sintiese atraído por el movimiento. En sus páginas se nos relata la vida de Joe Hawkins, un joven londinense aficionado al fútbol que no duda en utilizar la violencia contra todo aquel que se le ponga por delante.

Políticamente, el National Front sigue con su expansión necesitado de sangre nueva y joven que irá a buscar (y a encontrar) a los estadios de fútbol, donde ha observado cómo crece la violencia, que es justo lo que buscan. 
Su rama juvenil será la encargada de vender a las entradas de los campos el periódico Bulldog, editado por Joseph Pearce, líder de las juventudes del National Front, que clamaba por las virtudes de la raza blanca y llamaba a la expulsión de los inmigrantes de Gran Bretaña.

 
Capaces de vender hasta el 100% de las copias que editaban, su mensaje supremacista comenzó a calar en unos jóvenes blancos de clase obrera que se veían apartados de la sociedad, que vivían en una situación económica precaria y que necesitaban a alguien a quien culpar. También hallaron a un puñado de chavales que comenzaban a intregrarse en las firms con el único objetivo de sentirse arropados y ganar notoriedad y que, por extensión, eran bastante manipulables. La extrema derecha no dejó de ganar adeptos en los grupos del Leeds United, Portsmouth o Millwall. Pero si ha habido una firm íntimamente relacionada con el neonazismo esa ha sido, sin duda, la de los Chelsea Headhunters. 

LOS CHELSEA HEADHUNTERS Y LA CULTURA DE LA VIOLENCIA
Durante décadas, solo con mencionar su nombre ya infundían terror en el personal, y es que hablamos de uno de los grupos de hooligans más notorios y peligrosos de Inglaterra. Su lema -When we're good they never remembered, when we're bad they never forget- puede dar una idea de la postura que tomaron desde sus comienzos.

Su actividad se remonta a mediados de los años 60, cuando todavía eran conocidos como Chelsea Shed Boys, y hundían sus raíces en el seno de la subcultura skinhead
El nexo de unión entre los Headhunters y la extrema derecha se deja ver claramente a mediados de los 70, cuando Kings Road, cerca del estadio del Chelsea, se convierte en punto de reunión de skins del oeste y el sur de Londres y donde Stuart Glass (uno de los líderes de la banda) y otros hooligans veteranos comenzaron su relación con el National Front.
Posteriormente las "amistades" de la firm se extendieron a la Asociación en Defensa del Ulster y la Fuerza Voluntaria del Ulster, dos organizaciones paramilitares de Irlanda del Norte leales al Reino Unido, e incluso a relaciones con elementos cercanos al Ku Klux Klan, la organización supremacista con origen estadounidense que en la década de los 60 buscaba instalar una rama en Inglaterra de manos del político ultraderechista británico Robert Belf. 
Ya en la década de los 90, muchos de los miembros de los Headhunters (nombre que adquirieron en 1995) se relacionaron con la organización Combat 18, grupo neonazi formado en 1992 por el British National Party como cuerpo de seguridad para protegerse en sus diversas actividades de los ataques antifascistas. Fueron instigadores de los disturbios ocurridos el 15 de febrero de 1995 en Lansdowne Road, Dublin, en un partido entre Irlanda e Inglaterra, en los que resultaron heridas 20 personas y que llevó a la suspensión del partido a los 27 minutos de juego. Aunque quizá sea un "mal menor" dentro de un amplio historial de violencia en el que se incluyen palizas a inmigrantes y asesinatos. 

Su punto, digamos, álgido lo alcanzan en la década de los 80, cuando son dirigidos por Steven Hickmott y no dejan de sucederse choques violentos con hooligans del Sunderland, Leeds United y Middlesbrough. Es la época en la que varios de sus miembros se dejan ver con notables figuras de la extrema derecha británica, de la que ya nunca se separarán. Hickmott fue uno de los cabecillas en caer en una de las primeras operaciones encubiertas de la policía en el mundo del fútbol y fue sentenciado a diez años de cárcel.
Su sucesor fue Chris "Chubby" Henderson, activista nazi y cantante de la banda de oi! Combat 84. Al igual que Hickmott, Henderson cayó junto con el veterano Stuart Glass en otra operación encubierta, aunque ambos fueron absueltos.

Tras un período de estancamiento, el grupo se revitalizó en 1990 bajo el mando del violento Tony Covele, que convirtió a la firm en una de las dominantes de la escena, llegando a liderar a un grupo de 300 personas perfectamente entrenadas para pelear en un partido entre la selección inglesa y Holanda.  
Su relación con Combat 18, que incluyó un magazine titulado The Stormer que se dedicaba a glorificar la violencia en las gradas de los Headhunters, llevó incluso a campañas de lucha contra otros aficionados Blues. Concretamente los que habían conformado la CISA, Chelsea Independent Supporters Association, y que había apoyado numerosas campañas contra el racismo.

Aunque su relación con grupos extremistas era un secreto a voces, la sociedad inglesa tuvo que esperar a que Donal MacIntyre se infiltrase en los Headhunters e hiciese públicas las conexiones de la firm con grupos neonazis. Fue su documental para la BBC emitido el 9 de noviembre de 1999 el que llevó a la detención de varios miembros de los Headhunters, entre ellos los famosos Jason Marriner y Andy "Nightmare" Frain. Fueron condenados a siete y seis años de prisión y multados con una prohibición de diez años sin pisar un estadio de fútbol.  

NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
1. Hay varios libros sobre la historia del National Front y la extrema derecha en el Reino Unido, por supuesto. Tres, en concreto, son bastante accesibles. Bloody Nasty People: The Rise of Britain's Far Right, de Daniel Trilling; Hate: My Life in the British Far Right, de Matthew Collins y White Nationalist Skinhead Movement: The UK & USA, 1979-1993. Sobre la subcultura skinhead, la producción literaria es amplísima: Skins, de Gavin Watson; Spirit of 69: A Skinhead Bible, de George Marshall y Skinhead, de Nick Knight, son tres buenos ejemplos.
2. Sobre los grupos ligados a los Chelsea Headhunters se pueden encontrar White Riot, de Nick Lowles sobre la historia de Combat 18 o Match Day: Ulster Loyalism and the British Far Right, de Tony Simms.
3. Sobre los Headhunters en particular está publicado, entre otros, Armed for the Match: The Troubles and Trials of the Chelsea Headhunters, de Colin Ward. Además, Jason Marriner, el que fuese líder destacado de la firm, publicó Life as a Chelsea Headhunter: It's Only a Game y su autobiografía Kicking the Habit.

martes, 22 de noviembre de 2016

La enfermedad británica (I)

Aunque pudiese parecer todo lo contrario, la violencia en el fútbol no es un fenómeno moderno. Desde los primeros días de los torneos organizados y reglados (incluso antes), encontrar algún período de la historia del fútbol británico libre de incidentes es algo así como una misión imposible.

Los primeros altercados de los que se tiene constancia datan de la década de 1880, cuando tienen lugar las primeras invasiones del terreno de juego y los ataques entre aficiones rivales. En 1881, una trifulca entre hinchas del Newport Heath y el Preston North End termina con dos empleados ferroviarios heridos en la estación de tren de Wigan, mientras que en 1884, aficionados del Preston invaden el campo del Bolton y agreden a espectadores y jugadores. Hacia 1895, informes de las autoridades policiales registraban unos 22 incidentes relacionados con partidos de fútbol que se incrementan a 116 hacia 1914, año en el que comienza la Primera Guerra Mundial.