miércoles, 17 de octubre de 2018

La enfermedad británica (II): El National Front, la subcultura skinhead y los Chelsea Headhunters


Las bandas pioneras de hooligans se habían dejado notar en los años previos al Mundial de fútbol celebrado en Inglaterra en 1966. En apenas cinco años, el fenómeno de las firms se había incrementado notablemente, dejando preocupantes episodios como el de la bomba de mano de fabricación casera que estallaba en un partido entre Brentford y Millwall en noviembre de 1965 y que daba pie a que la prensa comenzase a llenar sus páginas con diferentes tipos de altercados.


La necesidad de aceptación en un estrato social y las ganas de notoriedad se unieron al crecimiento de la extrema derecha, representada en el National Front, que encontró en la subcultura skinhead y en las gradas el nicho perfecto para dar rienda suelta a su propaganda.

EL NATIONAL FRONT Y LA SUBCULTURA SKINHEAD
En 1966, A. K. Chesterton, líder de la League of Empire Loyalist (LEL), se decidió a unir a varios de los grupos de extrema derecha que operaban en la política británica en una coalición. Entre ellos se encontraban el British National Party (BNP), el Greater Britain Movement (GBM) o la Ratial Preservation Society (RPS). La unión de estas facciones dio lugar al National Front (NF), cuya primera plataforma política se asentaba en los ideales del anticomunismo y la prohibición de la emigración en Gran Bretaña. En sus primeros años de vida llegaron a contar con 2.500 miembros, que se fueron incrementando conforme se asentaron las diversas proclamas del ideario neonazi que abanderaba John Tyndell, del GBM, pero sobre todo cuando la inmigración se convirtió en una de las mayores preocupaciones para los ingleses allá por 1968 y el Partido Conservador, que aglutinaba a la derecha moderada, llamó a la detención de la inmigración en las islas. 

En este caldo de cultivo, el fútbol ya había dado diversas señales de su peligrosa deriva a la violencia en las gradas (y también fuera de ella). Progresivamente se fue instalando un ambiente malsano que iba más allá del amor por un equipo y el odio al contrario (y a su respectiva firm), adivinándose un horizonte de racismo que acabaría por carcomer a una buena parte de las bandas de hooligans de finales de los 60 y la década de los 70. 

En los barrios y sus calles, comenzaban a verse los posteriormente llamados skinheads (primero fueron denominados peanuts), una nueva subcultura surgida en Londres que llevaba el orgullo de la clase obrera a su máxima expresión. Los jóvenes skins, en su primera hornada, aparecían en zonas de clase baja, hastiados de la austeridad y el conservadurismo que se había instalado en los 50 y principios de los 60 y, sobre todo, cansados del "paz y amor" que proclamaba el movimiento hippie, al que consideraban un simple entretenimiento de la burguesía y los nuevos niños ricos que crecían en la clase media. 


En este aspecto, es muy importante destacar algo. La primera ola skin (la segunda tiene lugar a mediados de la década de los 70) tiene un marcado carácter multicultural, alejado de lo que vendría después y que, a la larga, ha terminado por condenar a toda la subcultura skinhead, al equipararla casi única y exclusivamente con el movimiento neonazi. He ahí uno de los puntos más complicados al intentar hablar del origen y desarrollo de esta subcultura.

A finales de los 60, Inglaterra observa como se convierte en el punto de llegada de diversos grupos de inmigrantes, entre ellos jamaicanos. Londres se convertirá en el epicentro de una rica mezcla cultural en la que los jóvenes blancos de clase obrera comienzan a convivir con los inmigrantes afrocaribeños. Ambos grupos, al margen de una decadente escena mod, encuentran un nexo común en la música y un lugar de encuentro en los dance halls, donde se escuchan exclusivamente ritmos caribeños que pasarán a ser una de las señas de identidad del movimiento skinhead como el rocksteady, el ska y, por supuesto, el reggae. No mucho más tarde surgirá la diferenciación estética, representada, sobre todo, en el corte de pelo pero también en las chaquetas Harrington o en las botas Doc Marten. 

Entonces, ¿cómo llega a convertirse este movimiento de origen multiracial en sinónimo de racista o de neonazi?

EXPANSIÓN Y PROPAGANDA
Al igual que ocurriese con mods y rockers, los skins no tardaron en preocupar a las figuras autoritarias de la sociedad inglesa, sobre todo cuando estos comenzaron a mostrar sus primeros signos de violencia.
En su expansión, el movimiento skinhead atrajo a chavales del norte famosos por su gusto por los deportes, especialmente el fútbol, y por organizar verdaderas batallas campales. Era la mezcla perfecta y pronto iba a ser difícil ver un partido que no terminase con una pelea multitudinaria.  Todavía con gente de color perfectamente integrada en las firms, avanzada la década de los 70 comienza a notarse una inclinación hacia las peleas con tintes raciales.

El punto de inflexión en la nueva hornada skin iba a ser el libro Skinhead, de Richard Allen, que no tardaría en convertirse en una especie de Biblia para todo aquel que se sintiese atraído por el movimiento. En sus páginas se nos relata la vida de Joe Hawkins, un joven londinense aficionado al fútbol que no duda en utilizar la violencia contra todo aquel que se le ponga por delante.

Políticamente, el National Front sigue con su expansión necesitado de sangre nueva y joven que irá a buscar (y a encontrar) a los estadios de fútbol, donde ha observado cómo crece la violencia, que es justo lo que buscan. 
Su rama juvenil será la encargada de vender a las entradas de los campos el periódico Bulldog, editado por Joseph Pearce, líder de las juventudes del National Front, que clamaba por las virtudes de la raza blanca y llamaba a la expulsión de los inmigrantes de Gran Bretaña.

 
Capaces de vender hasta el 100% de las copias que editaban, su mensaje supremacista comenzó a calar en unos jóvenes blancos de clase obrera que se veían apartados de la sociedad, que vivían en una situación económica precaria y que necesitaban a alguien a quien culpar. También hallaron a un puñado de chavales que comenzaban a intregrarse en las firms con el único objetivo de sentirse arropados y ganar notoriedad y que, por extensión, eran bastante manipulables. La extrema derecha no dejó de ganar adeptos en los grupos del Leeds United, Portsmouth o Millwall. Pero si ha habido una firm íntimamente relacionada con el neonazismo esa ha sido, sin duda, la de los Chelsea Headhunters. 

LOS CHELSEA HEADHUNTERS Y LA CULTURA DE LA VIOLENCIA
Durante décadas, solo con mencionar su nombre ya infundían terror en el personal, y es que hablamos de uno de los grupos de hooligans más notorios y peligrosos de Inglaterra. Su lema -When we're good they never remembered, when we're bad they never forget- puede dar una idea de la postura que tomaron desde sus comienzos.

Su actividad se remonta a mediados de los años 60, cuando todavía eran conocidos como Chelsea Shed Boys, y hundían sus raíces en el seno de la subcultura skinhead
El nexo de unión entre los Headhunters y la extrema derecha se deja ver claramente a mediados de los 70, cuando Kings Road, cerca del estadio del Chelsea, se convierte en punto de reunión de skins del oeste y el sur de Londres y donde Stuart Glass (uno de los líderes de la banda) y otros hooligans veteranos comenzaron su relación con el National Front.
Posteriormente las "amistades" de la firm se extendieron a la Asociación en Defensa del Ulster y la Fuerza Voluntaria del Ulster, dos organizaciones paramilitares de Irlanda del Norte leales al Reino Unido, e incluso a relaciones con elementos cercanos al Ku Klux Klan, la organización supremacista con origen estadounidense que en la década de los 60 buscaba instalar una rama en Inglaterra de manos del político ultraderechista británico Robert Belf. 
Ya en la década de los 90, muchos de los miembros de los Headhunters (nombre que adquirieron en 1995) se relacionaron con la organización Combat 18, grupo neonazi formado en 1992 por el British National Party como cuerpo de seguridad para protegerse en sus diversas actividades de los ataques antifascistas. Fueron instigadores de los disturbios ocurridos el 15 de febrero de 1995 en Lansdowne Road, Dublin, en un partido entre Irlanda e Inglaterra, en los que resultaron heridas 20 personas y que llevó a la suspensión del partido a los 27 minutos de juego. Aunque quizá sea un "mal menor" dentro de un amplio historial de violencia en el que se incluyen palizas a inmigrantes y asesinatos. 

Su punto, digamos, álgido lo alcanzan en la década de los 80, cuando son dirigidos por Steven Hickmott y no dejan de sucederse choques violentos con hooligans del Sunderland, Leeds United y Middlesbrough. Es la época en la que varios de sus miembros se dejan ver con notables figuras de la extrema derecha británica, de la que ya nunca se separarán. Hickmott fue uno de los cabecillas en caer en una de las primeras operaciones encubiertas de la policía en el mundo del fútbol y fue sentenciado a diez años de cárcel.
Su sucesor fue Chris "Chubby" Henderson, activista nazi y cantante de la banda de oi! Combat 84. Al igual que Hickmott, Henderson cayó junto con el veterano Stuart Glass en otra operación encubierta, aunque ambos fueron absueltos.

Tras un período de estancamiento, el grupo se revitalizó en 1990 bajo el mando del violento Tony Covele, que convirtió a la firm en una de las dominantes de la escena, llegando a liderar a un grupo de 300 personas perfectamente entrenadas para pelear en un partido entre la selección inglesa y Holanda.  
Su relación con Combat 18, que incluyó un magazine titulado The Stormer que se dedicaba a glorificar la violencia en las gradas de los Headhunters, llevó incluso a campañas de lucha contra otros aficionados Blues. Concretamente los que habían conformado la CISA, Chelsea Independent Supporters Association, y que había apoyado numerosas campañas contra el racismo.

Aunque su relación con grupos extremistas era un secreto a voces, la sociedad inglesa tuvo que esperar a que Donal MacIntyre se infiltrase en los Headhunters e hiciese públicas las conexiones de la firm con grupos neonazis. Fue su documental para la BBC emitido el 9 de noviembre de 1999 el que llevó a la detención de varios miembros de los Headhunters, entre ellos los famosos Jason Marriner y Andy "Nightmare" Frain. Fueron condenados a siete y seis años de prisión y multados con una prohibición de diez años sin pisar un estadio de fútbol.  

NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
1. Hay varios libros sobre la historia del National Front y la extrema derecha en el Reino Unido, por supuesto. Tres, en concreto, son bastante accesibles. Bloody Nasty People: The Rise of Britain's Far Right, de Daniel Trilling; Hate: My Life in the British Far Right, de Matthew Collins y White Nationalist Skinhead Movement: The UK & USA, 1979-1993. Sobre la subcultura skinhead, la producción literaria es amplísima: Skins, de Gavin Watson; Spirit of 69: A Skinhead Bible, de George Marshall y Skinhead, de Nick Knight, son tres buenos ejemplos.
2. Sobre los grupos ligados a los Chelsea Headhunters se pueden encontrar White Riot, de Nick Lowles sobre la historia de Combat 18 o Match Day: Ulster Loyalism and the British Far Right, de Tony Simms.
3. Sobre los Headhunters en particular está publicado, entre otros, Armed for the Match: The Troubles and Trials of the Chelsea Headhunters, de Colin Ward. Además, Jason Marriner, el que fuese líder destacado de la firm, publicó Life as a Chelsea Headhunter: It's Only a Game y su autobiografía Kicking the Habit.

1 comentario:

  1. https://prophecypublishing.org/como-configurar-su-canal-wetransfer/

    En apenas cinco años, el fenómeno de las firms se había incrementado notablemente, dejando preocupantes episodios como el de la bomba de mano de fabricación casera que estallaba en un partido entre Brentford y Millwall en noviembre de 1965 y que daba pie a que la prensa comenzase a llenar sus páginas con diferentes tipos de altercados.

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