La huella del fútbol en la cultura popular es tan
inmensa que, a lo largo de su existencia, ha llegado prácticamente a
todos los rincones del folclore. Ni la literatura, ni la escultura,
ni la pintura han podido resistirse a los encantos de este deporte.
Tampoco la fotografía, la arquitectura o el cine y, por
supuesto, los videojuegos.
En Reino Unido, lugar de nacimiento de
Alan Moore (From Hell, Watchmen, V de
Vendetta), Grant Morrison (Batman, JLA) o Pat
Mills (Juez Dredd), el noveno arte no se mantuvo al margen
del fútbol -hubiese estado bueno- y vio nacer en las páginas de uno
de tantos magazines a uno de sus personajes más queridos.
Ya en el siglo XX, el mundo del cómic vio la gallina de los huevos de oro en el mercado juvenil, por lo que hacia 1914 el mayor porcentaje de sus publicaciones estaba destinado a una audiencia que se movía entre los 8 y los 15 años. Llegaba la época de DC Thomson & Co y publicaciones como The Beano (una de las más longevas que sigue saliendo periódicamente) o The Dandy, de corte más humorístico y que tendrían un notable éxito hasta el estallido de la Segunda Guerra Mundial.
Tras la guerra, pareció que la industria del cómic era incapaz de regenerarse. Nada más lejos de la realidad. A principios de los 50 comenzaron a entrar en Reino Unido las primeras viñetas norteamericanas. Historias de la Cripta o The Vault of Horror (ambas publicaciones de EC Comics, que luego se transformaría en DC Comics) llegaban a Inglaterra en barcos estadounidenses y se vendían en los puertos de Liverpool, Manchester, Londres y Belfast. Las versiones británicas de aquellas publicaciones se imprimían en Londres y Leicester y se vendían en el mercado negro. Para entonces, la polémica estaba servida.
Una denuncia formal llevada al Parlamento por el arzobispo de Canterbury, Geoffrey Fisher, el Secretario de Estado, Gwilym Lloyd George, y la Unión Nacional de Profesores, derivó en la redacción del Acta 155 sobre Publicaciones Dañinas. En ella se prohibía la difusión y venta de cómics que reflejasen crímenes, actos de violencia y crueldad o incidentes de carácter repulsivo con la idea de proteger a los jóvenes del grave problema que suponían las diferentes nuevas publicaciones que llegaban a territorio inglés. El Acta 155, que sigue vigente hoy en día, fue inútil.
Son los años 50 los que marcan el inicio de las
aventuras del protagonista de nuestro texto. Aunque es en esta década
cuando comienzan a publicarse un mayor número de magazines
destinados a un público más adulto, el cómic dirigido a los
jóvenes sigue siendo el principal arma de la industria de la
historieta. En 1954, por obra y gracia del editor y escritor Derek
Birnage, aparece la revista Tiger. El magazine, de
un éxito inmediato, trasladó a los hogares de los jóvenes las
aventuras de Golden Boy, Star Rider o Skid
Solo, pero sería la plataforma de lanzamiento de Roy
Race, el personaje que acapararía toda la atención.
El éxito de las aventuras de Roy Race fue inmediato, tanto que tras su paso por la revista Tiger no se dudó en ofrecerle una serie en solitario, primero semanal y luego mensual, que se llamaría Roy of the Rovers y que se publicó de 1976 a 1995, sumando un total de 851 números, además de un buen puñado de anuales, especiales de vacaciones y recopilatorios. El volumen de ventas de las aventuras del futbolista superaba las 450.000 copias por semana. En julio de 1997 se recuperó a Roy para las páginas del Match of the Day Magazine de la BBC, donde sus viñetas se mantendrían hasta el cierre de la revista en mayo de 2001.
Evidentemente en una serie tan longeva, el personaje de Roy Race ha pasado por mil y una vicisitudes. Desde su asentamiento como estrella a varios secuestros, como consecuencia de una deriva del personaje hacia un tono más dramático. ¿Qué ocurre en la vida de un jugador de la talla de Roy a través de más de 800 números?
Race se convierte en el jugador a seguir nada más poner los pies en el Melchester Rovers. Es en esos años, en los que todavía colean los estragos de la Segunda Guerra Mundial, cuando el jugador se convierte en el favorito de los niños. Desde su debut contra los Elbury Wanderers, donde anota un doblete, a llevar en volandas al equipo hasta el primero de sus trece títulos de liga. A partir de ahí, su éxito se haría internacional, ya que Roy llevó al club de sus amores a la conquista de varios trofeos europeos. Para entonces, ya había quien aseguraba que el Melchester Rovers se inspiraba en el Manchester United aunque posteriormente se supo que el editor de Tiger, Derek Birnage, y Frank S. Pipper, el creador de la serie y uno de sus primeros guionistas, se inspiraron en el Arsenal de los 50. Durante sus tres primeros años de existencia, Roy of the Rovers caló tanto a nivel social que se convirtió en todo un referente para la cultura popular y para el cómic británico, siendo luego imitado con menos suerte en otros países. No era para menos. Roy llega en un abrir y cerrar de ojos a convertirse en una mega estrella internacional, que lidera a las primeras de cambio a la selección inglesa.
En el cénit de su carrera sufre uno de sus primeros vaivenes en los que se mezcla la acción y el drama con los primeros coqueteos con la más rabiosa actualidad, tanto social como política (la deportiva, con innumerables cameos y referencias, era el sello indiscutible de la serie).
Sí amigos, en 1964 el equipo al completo de los Rovers es secuestrado por una especie de Fidel Castro antes de la final del Mundial de Clubes que se celebra en Sudamérica. Obviamente logran escapar, llegar a tiempo a su partido y, con la ayuda de lo más parecido a un brebaje mágico y narcótico llamado Carioca Juice, remontar un 1 a 0 con un gol de chilena de Roy.
En un giro sin precedentes, el melodrama puro y duro
se presenta en la vida de Roy coincidiendo con su decisión de tomar
las riendas del banquillo. Y llega para quedarse. De este modo, en
los 70, década de crisis para el cómic pero también los años en
los que Marvel desembarca en el Reino Unido, Roy
Race pasa a ocupar el rol de entrenador-jugador.
Como era de esperar, los éxitos dando instrucciones desde el
banquillo a la vez que seguía deleitando a la grada no se le
resistieron.
Roy se casa con Penny Laine, secretaria del club, tiene tres hijos y la fama de sus viñetas es tan inmensa que su divorcio -Penny termina abandonándolo por su excesivo amor al club- es seguido por ITV y BBC, que le hacen un hueco en su apartado de noticias nacionales. Tras su separación, todo fue a peor para la estrella del Melchester. A mediados de los 80, un enmascarado le pega un tiro en su despacho -en un guiño al disparo a J.R., personaje de aquel fenómeno televisivo que fue Dallas– y Roy entra en coma. Al poco tiempo de despertar, viaja con el Melchester en un tour veraniego a la ciudad ficticia de Basran, donde ocho miembros del equipo son asesinados por un grupo terrorista en uno de los números más polémicos de la historieta.
La carrera del gran Roy Race debía llegar a su final, y los guionistas pensaron que el mejor modo de hacerlo era dejando con la boca abierta a miles de británicos que habían crecido siguiendo la vida en dibujos del futbolista. En marzo de 1993, Roy tiene un accidente con su helicóptero que deriva en la amputación de su maravilloso pie izquierdo. Su carrera como futbolista termina y se marcha como entrenador del AC Monza a la Serie A italiana.
La deriva melodramática de la serie continuó cuando la BBC decidió recuperar a Roy of The Rovers para su Match of the Day Magazine, llevando al personaje a través de la competitividad de la Premier League y preparando su conversión de jugador estrella y entrenador clave a propietario y presidente del Melchester, que está cerca de la bancarrota.
47 años de Roy Race dan para mucho. Sobre todo para observar las ganas de superación de un equipo de guionistas que llevó a convertir al delantero del Melchester en todo un referente de la cultura popular. De la First Division a la Premier League, lidiando con periodistas de Sky Sports y codeándose con las grandes figuras del panorama futbolístico nacional e internacional mientras sufría secuestros, intentos de asesinato, un divorcio televisado, la muerte de parte del equipo de sus amores y un accidente casi mortal. Su huella en la generación británica de la posguerra fue inmediato y no hubo niño devorador de viñetas que no soñase con alcanzar la gloria como Roy of the Rovers. Su impacto llevó al Guardian a describir a Alan Shearer en 1995 como “un delantero que está cerca de alcanzar la fantasía de Roy of the Rovers más que ningún otro jugador aclamado por el público“.
Su fama traspasó el cómic y llegó a los videojuegos, con una aventura en dos partes lanzada en 1988 para Commodore, Amstrad y Spectrum y varios equipos del Melchester entre los 80 y los 90 fueron piezas principales en el famoso juego del Subbuteo. También se vendieron camisetas, por supuesto. Ni siquiera Batman cuenta con esa popularidad en Inglaterra.
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