lunes, 3 de septiembre de 2018

No todo es del color de rosa


Resulta que existen equipos de fútbol cuyas acciones fuera del campo como institución valen tanto o más como las que realizan dentro de él. En las que el aficionado local se siente igual de orgulloso por la lucha por una liga que por una causa social justa. Si hay un club en Inglaterra que alcance todo ello, ese es, sin duda, el Dulwich Hamlet. Envuelto en campañas contra el racismo y la homofobia, en causas benéficas como los bancos de comida para los más necesitados, ha seguido abanderando el emblema del fútbol batiéndose el cobre por esos campos del fútbol semi-profesional. Totalmente comprometido con su comunidad al mismo tiempo que conseguía un ascenso y veía como los buitres merodeaban a su alrededor porque muchos ya lo habían dado por muerto.

El Dulwich Hamlet FC es uno de los clubes más antiguos y más famosos del Reino Unido, aún perteneciendo a esa categoría conocida como Non-League. Fundado en 1893 por obra y gracia de Lorraine Wilson por ocho peniques y un chelín, sus valores traspasan lo deportivo y se agarran también a lo social, una de las causas por las que sentirse orgulloso por el color rosa que lucen sus jugadores. Quizá ese arraigo local ha llevado a la comunidad a defender al Dulwich a capa y espada contra las adversidades. No podían dejar solo al club que, a demás de entretenerlos durante los fines de semana, siempre ha estado atento a los vaivenes de la rutina diaria.

Los problemas del Dulwich Hamlet comenzaron con la llegada de la constructora americana Meadow, que se convirtió en la propietaria de los terrenos del estadio y pasó a controlar su economía. La constructora compró el terreno de Champion Hill por 5.7 millones de libras en febrero de 2014. ¿Cómo se permitió eso? Muy sencillo. El Hamlet vivía entonces una época difícil en lo económico, por lo que no fue complicado convencer a la masa de que Meadow era la solución a sus problemas. Que una empresa con potencial fuese a hacerse cargo de las deudas del club era algo que insuflaba esperanza. Nada más lejos de la realidad.

Los planes iniciales de Meadow pasaban por la construcción de una serie de viviendas que se encontraron con la oposición de las autoridades locales. Roto el proyecto, rotas las relaciones con el club. Meadow dejó la economía del Hamlet en manos de sus aficionados y se quedó como propietario de los terrenos del campo, una gestión deficiente que provocó que el Dulwich fuese acumulando unas deudas que era incapaz de asumir dada su categoría. Así fue como el equipo fue acaparando la atención de los medios, al igual que lo harían esta temporada el Hartlepool United o el Billericay Town.

La decisión más controvertida de la empresa norteamericana llegó en marzo de 2018, cuando decidió desahuciar al equipo del que había sido su estadio desde 1931 y el Dulwich se vio obligado a jugar en el campo del Tooting & Mitcham United, el equipo de la zona de Merton que se lo cedió solidariamente.

Las reacciones a la dura decisión de Meadow no se hicieron esperar y el Ayuntamiento de Southwark no tuvo más remedio que intervenir para intentar salvar al Dulwich de lo que parecía una muerte segura. Ocurrió que la empresa norteamericana se negó a vender los terrenos, rechazando incluso una oferta de 10 millones de libras efectuada por la fundación del ex-jugador del Manchester United, Rio Ferdinand, amigo íntimo de Gavin Rose, entrenador del Hamlet, y llevando a Sadiq Khan, el alcalde de Londres, a intervenir para llegar a un acuerdo fructuoso que asegurase el futuro del equipo. Pero los problemas del club no hicieron más que crecer.

Desahuciados de Champion Hill y soportando la cruz de una deuda que traspasa las 600.000 libras, el Dulwich recibió una notificación poco después de que les cerrasen las puertas de su propia casa en las narices. La circular, a cargo del bufete de abogados Blake Morgan en representación de Greendales IP LLC, que no era sino una nueva subsidiaria de Meadow, advertía al club que los nombres “Dulwich Hamlet Football Club” y “The Hamlet”, así como las siglas “DHFC”, habían sido registradas como marca el 17 de octubre de 2017 y se prohibía su uso total o parcial a los aficionados y al propio club. Una decisión surrealista que pasaba por encima los 125 años de historia del Hamlet y que no hacía sino incrementar la brecha entre la empresa norteamericana y la comunidad, que terminó por lanzarse de lleno a salvar al equipo de color de rosa.

De esta manera fue como el Dulwich Hamlet Supporter's Trust, el consejo de aficionados establecido en 2002 para llevar al equipo a buen puerto, tuvo que empezar a acelerar su actividad, encontrándose enseguida con el apoyo de los aficionados. Al mismo tiempo, comenzaron a surgir plataformas como “Save Dulwich Hamlet”, encargada de la recolecta de ayudas y donaciones y una de las cabezas visibles en los últimos meses de la lucha del equipo por la supervivencia. 

Manifestación del consejo de aficionados en su lucha por salvar al club / Foto: savedulwichhamlet.org
 
Envuelto en esa guerra, el Dulwich no se olvidó de la batalla del fútbol. Todo lo contrario. Tras dos temporadas consecutivas cayendo en la final del play-off, primero contra el East Thurrock United, después contra el Bognor Regis Town, lograron ganar en los penaltis al Hendon y abandonar la Isthmian League por primera vez en su historia para ascender a la National League South.
Las victorias y el ascenso han sido las únicas alegrías que han recibido unos aficionados para los que todo es del color de rosa, tanto fuera como dentro del campo. Aunque en realidad no lo sea y muchos días todo se vuelva negro. Pero es el club de su vida, no por nada son una de las aficiones más históricas y arraigadas del fútbol semi-profesional.
El Dulwich Hamlet tiene una dura campaña por delante en su nueva categoría y deberá seguir lidiando con bufetes de abogados, empresas usurpadoras y agujeros económicos insufribles mientras intenta meter el balón en la portería contraria. Han logrado sobrevivir una temporada más, pero la lucha sigue. 

*PUBLICADO ORIGINALMENTE EN SPHERA SPORTS. 

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